miércoles, 19 de diciembre de 2012

De las cuerdas que ahogan. De las que dan vida.

Hay mañanas en las que la lluvia cae a modo de navaja, por suerte o por desgracia, la música acaba siendo el único respaldo cálido. Pero es bien conocida su tendencia a disfrazarse de recuerdo, incumpliendo su único fin: evadirte. Pocas son las canciones que se salvan de seguir siendo amenas tras meses sonando en bucle. Pocas, pero suficientes. A menudo, afirmamos con rotundidad que en este mundo no queda nada por inventar. Falso. Lo desmiento porque me he tropezado con un limbo en pleno campo de batalla. Con un portal en el que resguardarse hasta que escampe. Te invito a pasar, ¿Te animas? Se hace llamar Boza. Si bien es cierto que exhibe su vida sentimental en cada uno de sus versos, también lo es que al hacerlo, desnuda al miedo, lo despoja de cualquier careta y lo viste con juegos de palabras, con notas inquietas. Amante confesa de las palabras esdrújulas, uno de sus encantos es el minimalismo, los pequeños detalles. Me remito a “El pequeño vals sin título” (la versión que consta en el EP Lapislázuli) donde de fondo suenan violonchelos, que intentan ornamentar un primer plano que de por sí, deslumbra. La delicadeza con la que se abandona a las preposiciones, ocultas entre palabras no siempre frecuentes en el uso diario. El hábito de empezar con frases contundentes, de agarrar tu atención y no soltarla hasta que dejas de oír…hasta que pasas a escuchar, a sentir y a evocar. Lo sentencioso de sus preguntas retóricas. Los “uhs” de los que algunxs se quejan, de los que otrxs nos enamoramos. La timidez del primer minuto de concierto que contrasta con la camaradería que se regala con la gente al terminar. Ese tipo de detalles nos permiten descubrir su versatilidad, pues pasa de una canción alimentada de riffs a una nana como quien suspira. Pero son también estos detalles los que la convierten en una rebelde, muy humana, que no se deja vencer por el dolor, sino que prefiere apresarlo en un folio una tarde y condenarlo a cadena perpetua en el subconsciente de quien se atreva a revivirlo a través de sus canciones. Amor desgarrador, tempus fugit, vacío existencial, camas rotas, finales con serias crisis de identidad. El desvelo está servido y asegurado con esta dama en los oídos, damas y caballeros. Porque ¿Qué es la vida sino las horas sin dormir?

domingo, 27 de mayo de 2012


Con el crepúsculo.
Como el atisbo de un ser fantástico.
Llegaste a mi puerta con la única música de tus suspiros.
Caótica. C/Pálida. Mayúscula.


Dio comienzo el espectáculo.
El dióxido de carbono que emanaba de tus bronquios
devino el elixir de mi supervivencia,
oxígeno ficticio, pérdida del yo
asesinato de la vacua inocencia.


Era cómico, al tiempo que orgásmico
jugar a seguir tu compás.

Lástima que el tiempo
sea el único acero
que no se puede doblar.


Tu, Vértice de lo isósceles de mi estabilidad,
el ángulo apropiado que me convierte en un
Yo...
en tu
discípulo apostrófico inhumano.


miércoles, 14 de marzo de 2012

A mi compañera de lamentos. Frida.

Te quiero sin cordura, con las manos, con las gemas de los dedos, con los oídos y los ojos cerrados.
Adoro tu tacto, cada centímetro de tu superficie...sin excepción alguna.
 Te exijo a mi lado, pero te quiero más cuando estás en otras manos, cuando me faltas, cuando estás tapada o al descubierto, te quiero cuando gozo de tu curvada silueta contra mi pecho. Te tengo ahí, al lado del corazón…y me lo astillas continuamente.
Ingrata, que le regalas acordes a oídos que no los buscan…
Y sin quererlo, te odio…te odio entera, a cada una de tus cuerdas, cada uno de tus trastes, cada tono pictórico que decora tu madera.
Te odio aún más cuando en manos de otra gente confiesas cosas que nunca me has susurrado a solas.
¿Qué quieres que haga para encontrar tan solo uno de los miles de senderos que se esconden en tus laberintos rectangulares?
Dame tiempo, y te haré contar historias que nunca nadie ha oído. Dame tiempo, y dejaré de odiarte…te querré como te quiero cuando no estás conmigo.